Domingo, 12 Febrero 2023 08:41

LA TIERRA CONVULSIONÓ EN 1967

Escrito por el profesor OLMEDO POLANCO, premio de periodismo 'Reinaldo Matiz'
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Hace 56 años, el Huila sufrió un terremoto que provocó 74 víctimas mortales y más de 130 millones de pesos en pérdidas materiales. Destruyó 886 residencias, averió 106 colegios oficiales, 22 iglesias y casas curales. 12 centros de salud y cinco cuarteles de la policía afectados por el sismo. Primera entrega.

Una veintena de niños de la Escuela Anexa a la Normal esperaba misa al interior del templo de San Antonio, en Pitalito. Afuera, el ruido de una multitud en estampida. Fernando Antonio Torres Restrepo apenas tenía 7 años. Imaginaba que la algarabía era provocada por un toro bravo conducido al matadero. Según su imaginación, el animal se resistía. Como si asistiera a una película en montaje lineal, un plano mostraría la baba gelatinosa que colgaba del hocico del novillo. Tres hombres recios estarían anclados a tierra. Los rejos barreados alrededor de los cachos puntiagudos del bovino cimarrón. Mañana soleada. En los relojes las 10 y 24 minutos. Los vaqueros sudaban gotas gruesas que secaban con los ponchos descolgados de sus hombros. La fuerza del animal los deslizaba de un lado a otro de la calle. Aupados por sus amos, los perros que acompañaban la faena urbana arrancaban trozos de las orejas del novillo. La sangre chorreaba.

De repente, se escuchó un trueno prolongado. Como si un volquete estuviera descargando piedras, todas juntas. Fernando Antonio volvió a la realidad. Estaba desorientado y mareado. Trozos de la cúpula acebollada se desprendieron de la torre, rompieron el techo y cayeron sobre la nave central. Comprendió entonces que, aunque era jueves, ningún toro salvaje era conducido al sacrificio. No había escuchado los gritos tradicionales de ¡Toro bravo! ¡Toro bravo!, como señal de alerta, para que la gente se apartara. Era la memoria individual que asociaba los recientes episodios de las prácticas culturales de los ganaderos en el Valle de Laboyos. Bramidos en el ambiente y una nube densa de polvo impedía ver el exterior. El suelo trepidaba. En la calle seguía la algarabía. El niño comprendió que las personas corrían despavoridas porque la tierra temblaba.

Miedo por todos lados

En casa de la niña María Isabel Molina los árboles del patio daban contra el suelo. En un santiamén su mamá dejó la cocina y entró en otra habitación. Sacó en brazos a su hija menor que dormía a placer. Se arrodillaron y elevaron oraciones hacia el cielo azul. “Sudábamos frío. Parecía como si el corazón se nos fuera a salir” (Entrevista a María Isabel Molina, madre comunitaria del programa Fami-Bienestar Familiar. Pitalito 6 de julio de 2002).

El locutor Jorge Chaparro Salgado estaba de turno en Radio Sur. Puso “pies en polvorosa” apenas empezó a bambolearse el micrófono que pendía de dos hilos de nylon. Pasó por el lado de Fanny Polanía de Castro que se aferraba con los brazos extendidos, como si estuviera crucificada en el marco de la puerta de madera. “Bajé a zancadas. Detrás de mí iba el administrador del Club del Comercio. Cuando llegamos a la esquina del almacén Suyo, la pared se movía hasta caer. Pegué un brinco y me salvé de milagro”. Según el locutor, ante los inconvenientes en el suministro de energía eléctrica, la emisora funcionó gracias a las plantas de emergencia instaladas en sus estudios en Pitalito y en transmisores, en la vía hacia Timaná. Estuvieron hasta las siete de la noche informando sobre la desgracia. (Entrevista a Jorge Chaparro Salgado. Pitalito, septiembre 8 de 2004).

Según el sacerdote jesuita, Jesús Emilio Ramírez González, geofísico y sismólogo colombiano, el epicentro de la convulsión telúrica correspondió a un punto de la superficie de la Cordillera Oriental. Epicentro al Este de Vegalarga y a unos 40 kilómetros al Noreste de Neiva. El hipocentro se localizó a 50 kilómetros debajo de la Cordillera Oriental. En la escala de Pasadena, al macro-sismo le correspondió una magnitud de 6.7 y su duración fue de más de un minuto. (Instituto Geográfico Agustín Codazzi. Oficina de Estudios Geográficos. Historia de los terremotos en Colombia. Editorial Argra. Bogotá, julio 12 de 1969).

La tierra convulsionó en 1967 7 12 febrero, 2023
La profesora María Naufa Gamboa Motta, con su madre Margarita.

Las víctimas y los daños estructurales

De acuerdo con el informe de Manuel Cabrera Vargas, remitido al Comando del III Distrito de Policía, en el sector de Cálamo de Pitalito, perdieron sus viviendas, José María Vargas, Bruno Dussán, Abdón Trujillo, y Ricardo Ricci.

El domingo 12 de febrero, Radio Sur de Pitalito informaba a través de la radio revista Mirador de la semana, que los damnificados dormían en carpas instaladas en las vías públicas. El gobierno nacional a través del ministro de Gobierno, Misael Pastrana Borrero, anunciaba que Instituto de Crédito Territorial se encargaría de evaluar las pérdidas materiales y calcular los costos monetarios.

Varias carreteras estaban obstruidas a causa de los deslizamientos de tierra. La estrategia de un puente aéreo comunicaba a la capital del Huila con los territorios afectados. Desde Neiva, el Comando del Batallón Tenerife pedía apoyo de ingenieros militares para atender la emergencia.

De acuerdo con el balance de la situación, en Pitalito, perdieron la vida Gabriel Guzmán (33 años), Lorenzo Motta (60 años), Octavio Ibáñez (65 años), Orlando López (cuatro años), Hernando Botero, Gladys Parra (15 años), Nelly Álvarez de Díaz (43 años), Jesús Antonio Bolaños (37 años), Florentino Anacona (37 años) y Nurth Rojas (8 años). Además, 44 heridos y pérdidas materiales superiores a los 20 millones de pesos. En San Agustín falleció Hernando Botero (25 años). Hubo daños significativos en el colegio de varones. Las pérdidas estaban calculadas en 100 mil pesos. En San José de Isnos perdieron la vida Florentino Anacona (37 años) y Gentil Ortega Bolaños (seis años). Graves daños en el templo y 70 casas averiadas. Las pérdidas económicas superaron el millón de pesos. En Saladoblanco, las pérdidas ascendieron a un millón de pesos. Los daños materiales en Oporapa pasaron del millón de pesos. En Elías, las afectaciones causadas por el terremoto se tasaron en 850 mil pesos. El concejo municipal de Pitalito expidió el mismo día de los acontecimientos trágicos una proposición en la cual lamentaba la tragedia y expresaba condolencias a las familias.  Los legisladores locales solicitaban a la Caja Agraria y al Banco Cafetero, otorgar créditos suficientes para ayudar a los campesinos a superar la crisis económica que se avecinaba. El terremoto del 9 de febrero dejó al descubierto una crisis regional en asuntos de vivienda de interés social. (Archivo Histórico de Radio Sur. Libreto de la Radio revista Mirador de la semana. Febrero 12 febrero de 1967).

En Timaná murió Sixta Tulia Artunduaga de Silva y quedaron tres personas gravemente heridas. Las pérdidas materiales se calcularon en 10 millones de pesos. En Altamira las pérdidas se promediaron en cinco millones de pesos.

Desde varias ciudades del país llegaban a Radio Sur marconigramas remitidos por familias que pedían información sobre los suyos, residentes en el Valle de Laboyos. Desde Cali, por ejemplo, la familia Ortiz se mostraba preocupada por el estado de salud de la señora Elsa Ortiz. El locutor informaba que la última víctima mortal era José Octavio Ibáñez, que según el noticiero El momento regional, había quedado gravemente herido mientras prestaba guardia en la cárcel de Pitalito. El hombre tenía 60 años y había permanecido en coma durante 24 horas. (Archivo Histórico de Radio Sur. Libreto informativo. Febrero de 1967).

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Los hermanos Fernando Antonio Torres Restrepo (sentado) y su hermano Carlos Arturo.

Destrozos en el centro del departamento

En Gigante, una tapia de ladrillos cayó sobre la profesora María Naufa Gamboa Motta (22 años). Le destrozó las piernas e hirió su cabeza. En estos días hablamos a través del teléfono. “Me echaron en un carro para Neiva, pero en Los Altares hubo un derrumbe. Me devolvieron hacia Garzón, pero en el sector de Alonso Sánchez no había paso”. Mal herida y a punto de fallecer fue transportada sobre las cinco de la tarde en helicóptero. La aeronave aterrizó en el Batallón Tenerife, en Neiva. Hasta las nueve de la noche del 10 de febrero permaneció en el hospital. “Como las heridas se habían infectado y mis piernas estaban muy maltrechas, me trasladaron hasta el Hospital Militar en Bogotá. Allí el Doctor Álvarez no pudo salvar mis piernas”. Le dieron de alta el 15 de mayo y regresó al pueblo de la ceiba.

El científico Jesús Emilio Ramírez reportó que “dos circunstancias fortuitas menguaron la catástrofe. Fueron ellas, la hora y la estación de verano o sequía. Si a la trepidación del suelo se hubiera añadido el sueño, la oscuridad, las nubes de polvo y el atropello por abrir las puertas y escapar, la hecatombe en el Huila pudo sobrepasar el número de víctimas mortales”.

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