Domingo, 22 Enero 2023 02:46

LAS PENAS DE LA CHICHA CLANDESTINA

Escrito por el profesor OLMEDO POLANCO
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Los lunes eran días de mercado popular en San Agustín (Huila). Con mis hermanos menores atendíamos turnos de vigilancia en la puerta principal de nuestra casa. Éramos una especie de campaneros. Atalayábamos los movimientos cercanos de los agentes de rentas departamentales que justo llegaban de incógnito esos días en que más campesinos ‘bajaban’ hasta el pueblo. Agustina, nuestra madre, había heredado los oficios de criadora de marranos ‘de a medias’ y la venta de chicha. Al abuelo Honorio lo había matado una especie de infección intestinal. Habían quedado cuatro mujeres y cuatro hombres a merced de la abuela Dolores. ‘Mama Lola’ enfrentó la pobreza gracias al maíz fermentado.

Chirimía 

El patio estaba sembrado de azucenas blancas. Sobre sus follajes verdes se oreaban o serenaban las prendas blancas impregnadas de jabón azul. Así despercudían las lavanderas los tendidos de cama. Una olla de barro estaba literalmente sembrada en el solar. Contenía la bebida autóctona que sería administrada a través de otros recipientes más pequeños de acuerdo al número de bebedores. En la cocina libaban totumadas del fermento los indios caquionejos de pata limpia. Venían de los lados de Almaguer (Cauca) a trabajar como jornaleros en los minifundios. Con ellos las flautas hechas artesanalmente con carrizo que crecía silvestre en la corona del Macizo colombiano. El primer trago lo destinaban a los instrumentos musicales. Una pequeña ola del fermento se movía dentro de las flautas. El trago era vertido directamente de la boca de los músicos que cerraban los ojos como en una especie de comunión. Parecía que en el ritual invocaban a sus ancestros de la chirimía. Teofilo Joaquí y Carlos Palomo se emborrachaban a menudo. Era la bebida predilecta para dar rienda suelta a la felicidad. Jamás presencié desórdenes de borrachos en casa, aunque se dijera que la chicha embrutecía y aflojaba las corvas.

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Instrumentos que animaban las festividades.

San Agustín, pueblo chichero

Desde enero de 1974, Euclides Astudillo tenía cuentas pendientes con la Inspección Departamental de Rentas. El 21 de ese mes, la Inspección municipal de Policía le había impuesto una multa de 500 pesos por distribuir bebidas fermentadas. El expediente sustenta el caso en 22 folios (Archivo Histórico de San Agustín. Inspección Departamental de Rentas. Oficio 041).

Como está escrito en el oficio No. 163, originado por la Alcaldía de San Agustín, ya existía persecución contra el expendio no autorizado de bebidas embriagantes desde los primeros años de la década del 30. Silverio Chilito debía comparecer por fraude a la renta de licores y pagar 60 pesos de multa. (Archivo Histórico de San Agustín. Alcaldía municipal. Oficio No. 163. Noviembre 5 de 1937). Era tan efectiva la campaña institucional contra el fraude que el gerente en Neiva, Desiderio Baquero reconocía la acción de las autoridades en San Agustín. El 28 de diciembre de 1938, Rubén Mazorra, oficiando como personero municipal informaba con relación a una sentencia que pesaba sobre Gregorio López. El investigado debía pagar una caución traducida a 170 días de trabajo en obras municipales. Desde Neiva, la calenturienta ciudad ribereña del Magdalena, la autoridad oficial preguntaba por los casos de los penados Julio Muñoz y Moisés Jiralba (podría ser Grijalba). “…me congratulo por el buen resultado de la gestión oficial que me ha tocado desempeñar en los asuntos de vital interés para ese municipio”, expuso el señor Baquero. (Archivo Histórico de San Agustín. Rentas del Huila. Oficio No. 014. Neiva, enero 11 de 1938). Para la muestra otro botón. El secretario de Hacienda, José Domingo Liévano, conminó a la Personería del municipio en el sur del Huila, para que informara sobre otro penado de apellido Calderón que había defraudado las rentas departamentales. Las jóvenes hermanas Agustina y Carmen Polanco Sánchez enfrentaron con decoro las penas impuestas a su madre Dolores. Estuvieron obligadas a trabajar en obras públicas municipales hasta tanto cubrieran los montos de las multas.  El 13 de septiembre de 1946, por ejemplo, el inspector de Policía, Francisco A. Cabrera, informaba a través del oficio No. 232 que Carmen había negociado la pena de tres días de arresto por trabajos en obras adelantadas por la administración municipal. (Archivo Histórico de San Agustín. Oficio 232. Septiembre 13 de 1946).

Persecución y resaca

Roger Pita Pico, politólogo de la Universidad de Los Andes, se ha interesado por la vida social y la cotidianidad como líneas de investigación. Con relación al consumo de bebidas embriagantes durante el proceso de Independencia en Colombia, en 1817 “…habían quedado vedadas las borracheras bajo penas progresivas de multa, cárcel y destierro para los ebrios y los expendedores…” Dicho con palabras de Pita Pico, luego de indagar en el Archivo Histórico municipal de Cali, estaba prohibido venderle a los indios chicha después de las dos de la tarde, con el fin de erradicar los continuos alborotos y robos en los caminos. (Fondo Cabildo-Consejo, t. 39, f. 67v.)

De acuerdo con el informe del comandante de la subestación de policía, José Misael Layton Morales, fueron capturados por estar bebiendo chicha en días de proceso electoral, los agricultores Tulio Bambagué Semanate (de 23 años y oriundo de Santa Rosa-Cauca), Santiago Bravo (45 años) y Bernabé Alvear Meneses (nacido en San José de Albán-Nariño hacía 59 años). El expendio estaba ubicado en la residencia de la señora Rosa Gómez. La prohibición estaba contenida en el Decreto No. 261 del 22 de febrero de 1968, emitido por la Presidencia de la República. Según la autoridad policial, “La prueba contra la responsabilidad se deduce plenamente ya que los contraventores exhibían su estado de beodez públicamente”. Por mandato del alcalde Gregorio Jaramillo Castaño, los borrachos debieron pagar 25 pesos de castigo cada uno. De Rosa Gómez se ocuparía la Inspección de Rentas del Departamento. (Archivo Histórico de San Agustín. Departamento de Policía Huila. Informe sobre expendio de bebidas fermentadas. Marzo 25 de 1968).

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Agustina Polanco Sánchez.

Los carnavales y la liberación del cuerpo

La comunidad de San Agustín en el sur del Huila celebraba carnavales de herencias nariñenses y caucanas. Especialmente cinco y seis de enero, días de negros y blancos. En los espacios urbanos, Bernabé Paladinez, conocido como ‘Tesorito’, lideraba las mojigangas disfrazado de diablo. Le acompañaban las chirimías de Teófilo Joaquí y de José Hidrobo. A Tesorito le gustaba repartir chicha o guarapo en los desfiles populares. En 1974, Bernabé debió afrontar los cargos impuestos por la Inspección de Rentas Departamentales, según el oficio No. 432, fechado en Neiva el 19 de agosto y firmado por el secretario Toribio Cardozo. El Estado también actuaba contra Carmen Girón, José Leonardo Cortés y Flora Claros. Mi madre Agustina Polanco Sánchez saldó las deudas de la familia a favor de las rentas departamentales, barriendo basuras de un pueblo ayer a oscuras y hoy plagado de bombillas, como cantaba Joan Manuel Serrat a través de la radio.

Fuentes: Archivo Histórico de San Agustín. Inspección de Policía. Juzgado departamental de rentas y ejecuciones fiscales. Acta de visita. Noviembre 8 de 1962. Inspección de Policía. Inspección de Rentas Departamentales. Informe de Policía. Enero 22 de 1974.

Las chicherías clandestinas en San Agustín

Praicedes Muñoz, Juan Morales, Pantaleón Jamioy, María Luz Gómez. Agustina Polanco Sánchez, Fermina Ome, Juan Morales, Pantaleón Jamioy, María Luz Gómez, José Olmos Salamanca, Gil Ernesto Gómez, Betzabé Imbachí, Euclides Astudillo, Adolfo Cabrera, Miguel Cajibioy. En la vereda Pradera, en la ruta hacia el Páramo de las papas,  expendio de chicha de Andino y Gilberto Ruíz y Obdulio Muñoz. En la vereda La Cuchilla vendía chicha Lucio Chilito Medina. En 1970 la botella de chicha costaba un peso.

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