Hoy se conmemoran 60 años del magnicidio contra 26 personas y que dejó siete más heridas en el sector de El Espino. Luego del sangriento hecho propiciado por odios de delincuentes conservadores contra comunidades liberales, no hubo capturas. Por supuesto, tampoco juicios penales ni condenas. El fallo judicial asignó poca importancia al material probatorio y, por el contrario, aumentó el resentimiento entre las familias de las víctimas que sobrevivieron con miedo y encomendadas a la virgen de Aránzazu.
Esa tarde de sábado, Camilo Charry Garzón, (53 años de edad), conducía entre Neiva y Peñas Blancas el pequeño bus escalera pintado de verde y rojo en alegoría al paisaje tropical. El vehículo Ford, modelo 1946, estaba afiliado a la empresa Cootranshuila con matrículas H-60-51. Carretera polvorienta. Un atajo a la altura del kilómetro 8 en la vía hacia Bogotá. Trayecto sin pavimentar y regado de pequeñas piedras sueltas que impedía el tránsito a más de 10 kilómetros por hora y zarandeaba a los ocupantes del automotor. Recorrían los terrenos de Los Filos. Vegetación escasa y de pequeño follaje, propia del terreno árido. Habían dejado atrás la carretera principal que conduce hacia el municipio de Aipe. A menos de tres kilómetros de recorrido empezarían el descenso para enrumbarse hacia el puente sobre el Río Baché, construido en Inglaterra en el año 1920.
Hombres armados, conocidos en los tiempos de la violencia bipartidista como “pájaros”, aguardaban el paso del automotor con armas de fuego y machetes afilados, quizás, el día anterior. En la región ejercían la violencia partidista, Manuel María Cedeño Castro, alias el Mico, y otros alias como El Renco y El Rayo. Los autores intelectuales, lejos de allí, esperarían las noticias sobre las acciones violentas. La banda criminal aguardaría hasta que la chiva mermara velocidad. El conductor Camilo Charry debía tomar la curva hacia el costado izquierdo. Mujeres, hombres y niños regresaban desde Neiva, luego de vender sus materias primas y proveerse en la galería central y en la plaza de San Pedro. Ellas habían vendido las cuajadas en las bizcocherías de Neiva. Los hombres vendieron los marranos y los racimos de plátanos ribereños.
Sangre humana en la arena
A la altura del kilómetro 17, una roca de 75 centímetros de largo y 50 centímetros de alto apostada en la estrecha y polvorienta carretera impidió el avance del automotor. Los delincuentes abrieron fuego de manera indiscriminada. El acto macabro ocurrió luego de las dos de la tarde. De acuerdo con la información contenida posteriormente en el expediente judicial, 62 proyectiles impactaron el parabrisas, las ventanas laterales, la tapa del motor y los guardabarros. El caso lo atendieron los jueces 135 y 344 de instrucción criminal Alvinzy S. Velásquez (jefe de la comisión) y Azael Alba Mendoza.
De acuerdo con la investigación del historiador Alvaro Falla Alvira, el primer baleado habría sido el conductor. La chiva se detuvo violentamente contra el barranco. La sangre de las víctimas corría a litros por las superficies de hule que forraban las bancas y encharcó el piso de madera. Los mercados quedaron esparcidos en la escena del crimen. El arroz, las lentejas y el azúcar se tiñeron de rojo sangre. Lo mismo ocurrió con las prendas de vestir, los zapatos, las carteras y los morrales. Los heridos con balas de escopetas y carabinas fueron rematados a machetazos y a cuatro víctimas les cortaron sus cabezas. También asesinaron a dos personas que infortunadamente llegaron al lugar en un automóvil conducido por Maximino Dussán.
Violencia de pájaros contra la niñez
El niño de brazos, pues apenas tenía dos meses de nacido, Ismael Quintero Dussán, quedó tendido al lado del cadáver de su madre Cristina. Su hermana Úrsula, (10 años de edad), fue asesinada de un balazo que impactó encima y detrás de su oreja derecha. La niña María Inés Medina Cabrera (17 años), (hija de José Dolores y Romelia, también asesinados en el lugar), murió por anemia aguda a causa del ataque con arma de fuego que dejó muy maltrecho su brazo derecho y escoriaciones producidas por perdigones en su espalda y región lumbar. El niño Alberto Dussán (17 años) fue atacado a machete y otro menor de edad, Jorge Dussán (12 años) fue violentado con arma de fuego y arma corto punzante por la espalda.
Un hombre entrado en años, Benito Pascuas (78 años) y su hijo Marcos Pascuas Peña (50 años), comisario del corregimiento, también fueron atacados por los pájaros en el sector de Los Filos, vereda El Espino, a mitad de camino entre Neiva y Peñas Blancas. Corrían los años del segundo periodo del Frente Nacional. El conservador Guillermo León Valencia presidía la nación.
Las víctimas
Alberto Dussán Tafur, 16 años, Aníbal Quintero Joven, 50 años, Justo Germán Cabrera Charry, 40 años, Eduardo Medina Cabrera, 55 años, Alejandro Oviedo Garzón, 42 años, Camilo Gonzáles, 22 años, Fidel Dussán Medina, 35 años, Alfonso Rodríguez, 50 años, Delfín García Dussán, 51 años, José Dolores Medina Cabrera, 60 años, Benito Medina Dussán, 40 años, Manuel Santos Medina Cabrera, 50, años, Justino Cabrera Charry, 50 años, María Cardoso viuda de Osorio, 35 años, Genoveva Dussán de Cabrera, 35 años, Cristina Dussán de Quintero, 36 años, Margarita Dussán de Meléndez, 54 años, Otilia Cabrera de Medina, 45 años, Úrsula Quintero Dussán, 10 años, Ursulina Villarreal, 50 años. Romelia Cabrera de Medina, 50 años.
Para recordar a las víctimas, 60 años después, habrá este sábado 5 de noviembre, a las 4 de la tarde, una misa, en la capilla de la vereda. El presidente de la junta de acción comunal de Peñas Blancas, Yesid Medina Cardozo, está al frente del evento.