Domingo, 23 Julio 2023 05:54

“¿DÓNDE ESTÁ EL HP COMUNISTA?”

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Una rebanada de la historia del Partido Comunista en Huila. La persecución a sus militantes por mandato institucional.

OLMEDO POLANCO, profesor Universidad Surcolombiana

Cuatro tigres protegían a Barreto. Habían llegado desde Ecuador a Pitalito, impresos en una cobija doble. Estaba muy maltrecho e inconsciente a causa de las torturas físicas y mentales. Como en el Romance del prisionero: “…que ni sé cuándo es de día ni cuándo las noches son”.

Francisco Barreto yacía casi inerte sobre una cama sencilla, construida con tubos metálicos, con largueros en ángulo de hierro y cubierta en pintura horneable. Tendido de tablas y sobre él un colchón de algodón forrado en tela a rayas blancas, rojas y azules. Escasa altura entre el borde de la cama y el piso de tierra pisada. Debajo de la yacija una bacinilla plástica y las chancletas Cauchosol.

Su esposa Felina, de nombre, lo acompañaba en la cabecera. A diferencia de Josefina Manresa Marhuenda, la mujer del poeta español Miguel Hernández (Orihuela, 30 de octubre de 1910 – Alicante, 28 de marzo de 1942), Felina no envió cartas anunciando hambre y desconsuelo. Recostado a ella permanecía Fernando, su primer hijo. Muy niño para comprender la escena trágica. “No sepas lo que pasa ni lo que ocurre”, había escrito el poeta de la Generación del 27 en ‘Nanas de la cebolla’.

Luis Eduardo Rivera llegó desde El Doncello (Caquetá), apenas supo de la retención de su yerno Francisco. Su condición de conservador laureanista le había permitido ser alcalde durante el gobierno de Misael Pastrana Borrero (1970 – 1974), en el municipio plantado sobre el piedemonte de la Cordillera Oriental, a 62 kilómetros de Florencia. Sin embargo, el suegro no tenía tanto poder simbólico como para rescatar al marido de su hija. Francisco regresó moribundo a su casa de invasión en el barrio Cálamo, gracias a la intermediación de los sacerdotes Agustín Sierra Losada, párroco de San Antonio, y de Jaime Tovar Rojas. Había pasado varios días, al sol y al agua, amarrado al tronco fino de un árbol de guayabas. Barreto recuerda que durante los interrogatorios, uno de sus verdugos le exhalaba mal aliento mezclado con tufo de aguardiente. “¡Usted es el hp comunista!”, increpaba el recio hombre mientras movía un manojo de llaves frente al rostro del retenido. Barreto distribuía a escondidas el periódico ‘Voz proletaria’ en los barrios populares de Pitalito.

Temor al comunismo

Desde el 21 de septiembre de 1955, a través del Decreto No. 2535, el gobierno nacional implementó disposiciones especiales para evitar apoyos individuales y colectivos a favor del comunismo. El 9 de noviembre de 1949, el presidente Mariano Ospina Pérez había instaurado el estado de sitio en todo el territorio nacional.

A través de la circular No. 128 del 10 de marzo de 1956, los gobiernos perseguían a las ideologías comunistas. Controles sociales contra quienes figuraban, “con su conocimiento y sin protestar por ello”, como miembros inscritos en una organización comunista, en cualquier libro, lista, correspondencia u otro documento. Las penas recaían sobre las personas que se sometieran “accidental, temporal o permanentemente a la disciplina de una organización comunista”. También contra quien redactara documentos, panfletos, hojas volantes, libros o cualquier otro tipo de publicaciones en apoyo de los fines u objetivos del comunismo, “o los distribuya, embarque o remita como propaganda”. (Archivo Histórico de Garzón (Huila). Circular No. 128. Marzo 10 de 1956).

Los alcaldes municipales de todo el país estaban obligados a conocer y a aplicar las medidas restrictivas necesarias para ejercer control sobre el orden público en su jurisdicción. Mediante acto legislativo No. 6 de 1954 el Gobierno nacional había prohibido la actividad política del comunismo internacional en Colombia, argumentando que aquellos imaginarios políticos atentaban contra la tradición y las instituciones cristianas y democráticas, al tiempo que perturbaban la tranquilidad y el sosiego públicos.

“¿Dónde está el hp comunista?” 7 23 julio, 2023
Años de pulsión social en Neiva. El Partido Comunista Colombiano cumplió 93 años. Archivo familiar.

Como en las Nanas de la cebolla

Francisco Barreto había nacido el 29 de enero de 1948 en San Antonio de Calarma, cerca de Ortega (Tolima). Comenta que lo amamantó su hermana María de los Santos. “Mi mamá Cándida contrajo una enfermedad que no permitía esa relación alimenticia a través de la leche materna”, rememora Pacho. Al niño no se le facilitó volar entre la “doble luna de pecho”. La figura retórica, a manera de sinécdoque (el pecho por la mujer), está en la estrofa XII de las “Nanas de la cebolla” del poeta español encarcelado en Alicante y que murió en tiempos de la dictadura de Francisco Franco.

A la edad de 10 años, Francisco Barreto trabajó con un señor Arturo, arriero de mulas al servicio de la Alcaldía de Rovira (Tolima). Acompañaba al acemilero por las trochas de las veredas La Palmita, La Laguna y San Miguel. “En los tiempos de la violencia bipartidista, cuando se conformaban las comisiones mixtas entre militares y civiles para salir a matar liberales, nos tocó bajar los muertos hasta el pueblo”. Con fecha 13 de mayo de 1959, está mecanografiada una de las tragedias. “El 9 de los corrientes a las 8 y 30 horas en la vereda La Palmita, jurisdicción de Rovira, una cuadrilla en número aproximado de 50 – asaltaron las casas de habitación de los campesinos abajo mencionados. La lista macabra menciona a: Juan Bautista Céspedes, 40 años; Emiliano Espinosa, 38 años, soltero; Rosalba Espinosa, 35 años, Isidro Espinosa, 14 años; José Sogamoso, 20 años; Antonio N.; Pedro Ramírez Ortiz; Abelino Castillo; Dionisio Reyes, 46 años; Porfidio Jiménez, 25 años; José Antonio Barreto, 35 años; Mariano Callejas; Antenor Galeano; Fermín Rodríguez; Tomás Madrigales; José Antonio Guzmán; Isidro Moscoso, 45 años; Crecencio Cruz; Raimundo Luna; Honorio Céspedes.- N.N. y Luis Eduardo Leyton, 20 años. Entre los heridos: Juan Bautista Martínez; Germán Riveros, Hernando Céspedes, Antonio Rodríguez, Herminso Rivera, Herminso Madrigal, Yezid Avellaneda y Euclides Ramírez. (Anónimo. (1959). Relación Víctimas Masacre de Rovira, Tolima -1959. Universidad del Valle).

De ayudante entre recuas a mandadero de la curia

Francisco se cansó de vivir entre las mulas y de dormir sobre sus enjalmas sudorosas. No soportaba más pedos ni relinchos. Una hermana, que acababa de enviudar, lo llevó hasta Ibagué y le enseñó a leer y escribir. Sobrevivió cargando mercados en la plaza de La Pola, vendiendo mamoncillos y como ayudante de bus intermunicipal.  Pacho se había convertido en el muchacho de los mandados en la Catedral de Ibagué. Algún día se atrevió a enviarle una carta a su hermano José de Jesús, que vivía en Caquetá. Guardaba esperanzas de que su hermano le respondiera algún día. “Me gustaba meterme en las sesiones del Concejo a escuchar los debates. Había un señor de apellido Marulanda del Partido Comunista y otros concejales del Movimiento Revolucionario Liberal”, recuerda.

La misiva que envió a su hermano le cambió la vida y terminó en El Doncello. “A las semanas mi hermano contestó a través de un marconigrama. “Pronto viajo esa”, dice Francisco. En efecto, se reencontraron en la capital de Tolima. Viajaron hacia Caquetá y Francisco se instaló en la vereda El Caimán. Allí se convirtió en líder campesino. Conoció a Luis Eduardo Rivera Cáceres y se casó con su hija Felina. “El viejo era godo y me hizo votar por Álvaro Gómez Hurtado. Mi hermano Chepe regaló un pedacito de tierra de su finca y allí construimos la escuelita veredal”, rememora.

La piedra en el zapato para el conservatismo laboyano

A Pitalito llegó a trabajar Francisco como taquillero de la empresa Transfederal. Luego se rebuscó la vida como cacharrero y vendedor de huevos de gallinas. Al tiempo que distribuía la ‘Voz proletaria’, acompañaba procesos comunitarios. El 7 de agosto de 1978, un año después del paro nacional contra el gobierno de Alfonso López Michelsen, lideró las ‘tomas’ de tierras en los sectores de El Porvenir y Cálamo durante el gobierno local de Teódulo Guzmán Calderón. Los ciudadanos desposeídos lo eligieron concejal de Pitalito y enfrentó las estructuras ideológicas conservadoras de Héctor Polanía Sanchez y de Manuel Castro Tovar. ‘Mano Pola’ había vivido de cerca el autoritarismo del General Franco en España. Gilberto Alzate Avendaño lo llevó como su asistente en la Embajada de Colombia en Madrid.

Avanzaban los días de 1982 y aún estaba fresca en la memoria colectiva la incursión del M-19 en la emisora Radio Sur. ‘Chepe’ Velasco conducía el taxi Dodge hacia Pitalito. Enseguida del aeropuerto Contador un extenso potrero sembrado de árboles de guayabas. En la radio las noticias del radioperiódico ‘Momento regional’. Mi hermano Tirso Antonio me había acercado al poeta español Miguel Hernández. En mi morral de viajero estaba la obra teatral ‘Quién te ha visto y quién te ve y sombra de lo que eras’. La escuela primaria ‘Alianza para el progreso’ no me mostró la obra de Hernández, tampoco el Colegio ‘Laureano Gómez’.

A lo lejos, un hombre atado a un árbol de guayabas. En el transporte público ningún pasajero musitó palabra alguna. Todo parece indicar que Francisco Barreto era el sujeto desgonzado que vi a través de la ventana del taxi. Conversé con Pacho en Neiva el lunes 17 de julio de este año. El Partido Comunista Colombiano celebraba 93 años de su fundación.

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