Domingo, 25 Junio 2023 01:36

VILMA: LA REINA QUE NO SABÍA NADAR

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El agua y el fuego son los principales referentes folclóricos de las fiestas de junio. La devoción y el deseo están en las culturas regionales convocadas por la figura esencial de la reina.

OLMEDO POLANCO, profesor Universidad Surcolombiana

Apenas vio a la guámbita venir en la lontananza, Francisco Peña Peralta se arrepintió de haber metido a su hija Vilma en semejante berenjenal. “¡Quien me manda de majadero!, se reprendió con dureza.

Francisco esperaba el paso del desfile acuático a la altura del puerto de Las Damas en Neiva. El raudal del Magdalena llenaba el encuadre de la escena. El padre descompuso la estética del paisaje naturalista, obvió la profundidad de campo y fijó la mirada en la figura mestiza de la belleza popular que venía aguas abajo. De tez morena, de baja estatura, cabello negro y lacio. El profesor Pedro Tulio Marín, estudioso de los temas indígenas en la Universidad Nacional de Colombia,  me ha dicho que tiene rasgos de pijao. La muchacha, abandonada a su suerte sobre una balsa artesanal, sin timón ni timonel.

Vilma: la reina que no sabía nadar 7 24 junio, 2023
A pesar del temor al naufragio, la reina de El Caguán se aferró a la frágil balsa y avivó las fiestas populares de junio. Archivo familiar.

El presente de la memoria

Corregimiento de El Caguán, 2:15 de la tarde. El sol calentaba como para secar cobijas. Un perro criollo jadeaba en el andén. No tuve necesidad de espantarlo porque, al sentirme, se movió cansino y cabizbajo. Jamás me miró, ni siquiera se atrevió a ladrar. Se dejó caer en el sombrío rincón. Pésimo cuidandero en verano. Minutos después de golpear en su puerta, Vilma se asomó por la ventana. Cubría su cabeza con una toalla blanca pasada por agua. “Jair me dijo que usted venía. Pasé mala noche, parece que anda una peste por estos día”, carraspeó y pasó saliva. Corrió el cerrojo y me invitó a pasar. No me atendió en la sala, nos reunimos en la cocina.

Vilma cuenta ‘con pelos y señales’ el desfile acuático de junio de 1968. “¿Le provoca naranjada?”, dijo antes de iniciar la conversa. Tiene  75 años y la picaresca está a flor de labios. Me dio clases de periodismo, de entrevista, sobre todo. Aunque me ofreció ‘sopa y seco’, sólo le recibí el suculento sancocho que compartí con su hijo Jair, agente de tránsito en Neiva y que llegó media hora después. “Preguntas concretas y de una en una”, aconsejó ella. -Así será, su majestad- atiné a decirle apenas terminé la primera hilera del maíz tierno de la primera mazorca dispuesta en el plato hondo.

“Esa mañana del desfile, nos soltaron abajito de Bavaria. Las olas movían la balsa y me tenían muy asustada. El agua se me había metido en los zapatos”, hace memoria. El sol inclemente circundaba a la candidata popular. Puntos luminosos en las crestas de las olas. En mitad de la narrativa, Vilma se excusó por no haber puesto auyama en el sancocho. Transamos su olvido a cambio de la pega del arroz. Yolanda y Freddy, en Gigante, saben que es mi comida preferida. Jair aderezó con ‘hogo’ las yucas y los plátanos de mi vianda.

“Alcancé a ver a mi papá que estaba en la orilla, acuclillado y muy azarado. Él pensaba que seguro yo me iba a ahogar. Es que para estos tiempos el río se pone hondo”. (Entrevista a Vilma Peña Argüello. El Caguán, junio 20 de 2023).

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Belleza regional del Huila y elegancia varonil en el verano de 1968. Archivo familiar.

La candidata en riesgo

Una veintena de guaduas secas y disparejas, amarradas con bejucos, daban forma al tendido flotante. La señorita del corregimiento de El Caguán mantenía el equilibrio sobre el pedestal construido a lo ancho de la plataforma. El artesano naval había calculado el espacio que ocuparía la beldad para evitar que el desequilibrio la hiciera naufragar. Como era diestra en el ordeño de las vacas en la finca de su padre, Vilma proyectaba en sus manos las habilidades que la mantenían aferrada al improvisado pasamanos. El soporte estaba construido en forma de arco y adornado con una hoja seca de palma y diez flores blancas artificiales. La embarcación era frágil como el cascarón seco y sin semillas de una vaina del árbol de payandé.

Hace un par de días, compartí las fotografías del desfile con el periodista francés Jacques Courtie. “Es como ‘La balsa de La Medusa’, el icónico cuadro de la escuela Romántica, pintado al óleo por Theodore Géricault entre 1818 y 1819”, ha dicho. En efecto, Courtie hace mención al tema del naufragio de la fragata de la marina francesa. “Fue una tragedia para cerca de 150 navegantes que quedaron a la deriva luego de que la balsa no resistiera los embates del mar”, recordó Courtie desde Perpignan, ciudad francesa bañada por el Mediterráneo y fronteriza con España.

De Francia a El Caguán. “Santo Dios bendito”, rememora Vilma con acento opita. “Y los canoeros lejos”, complementa alargando las vocales. Las exclamaciones salen de su boca como si antes derraparan en su garganta.

Los vientos de San Juan habían mermado intensidad y llegaban en forma de brisa refrescante, luego de acariciar al grávido río. Aunque a Francisco lo cubría el vientecillo, también lo acaloraban el arrepentimiento y el miedo al naufragio. ¡Cómo se me ocurrió hacerle caso a esa gente!”, pensó como si declamara con acotación de angustia la línea de un libreto argumental. Pasado el desfile le contó a su hija que había elevado una plegaria al cielo. Esa mañana de junio, Lilia Argüello había dibujado la señal de la Santa Cruz en la frente de su hija. La reina no sabía nadar.

Vilma: la reina que no sabía nadar 9 24 junio, 2023
Preciosos los rasgos de la cultura pijao en Vilma, la candidata popular de El Caguán en 1968

La joven bachiller

Vilma cursaba quinto de bachillerato en el Instituto Tulia Rosa Espinosa, en las goteras de la Concha Acústica. Estudiaba de lunes a viernes y vivía en casa de la tía Beatriz. “Yo era porra para las matemáticas”, dice con acento regional. Sus cuadernos Modelo y Cardenal estaban protegidos por forros plásticos transparentes que exponían en contraportada las tablas de multiplicar. Volvía a El Caguán los días sábado, después del mediodía. Retornaba a sus estudios en Neiva el domingo por la tarde. En cajas de cartón llevaba cuajada, huevos y víveres a casa de la hermana de su madre Lilia.

Así empezó y terminó esta historia

“Una noche, antes de las fiestas, llegó una gente a mi casa aquí en El Caguán. Se pusieron a hablar con mi papá y mi mamá. Disque me querían de candidata al reinado en Neiva”. Vilma dice que estaba lejos del alboroto. “Apenas me preguntaron si quería ser representante les dije que no sabía bailar sanjuanero”. De un momento a otro, músicos tradicionales coparon la sala de la casa. Con tambora, charrasca y un par de guitarras improvisaron la prueba del baile campesino. La muchacha se desplazó por el escenario doméstico perseguida por el parejo que meneaba un poncho blanco por encima de su cabeza. ¡Esa es!, exclamó el más influyente de la comitiva. Su candidatura se fortaleció en el parque central del corregimiento, frente al templo consagrado a San Isidro Labrador. Dice que la apadrinaron Max Duque Palma y su esposa Mercedes Rengifo, terratenientes y dueños del Diario del Huila, periódico conservador inaugurado el 6 de agosto 1966, justo antes de terminar el gobierno de Guillermo León Valencia.

A Vilma ‘le volvió el alma al cuerpo’ apenas tocó tierra firme. La comitiva esperaba bajo las ramas de un frondoso caracolí. El Magdalena siguió su cauce buscando el Caribe. En la memoria de la dialéctica, Heráclito, el más destacado de los pensadores jónicos. La soberana popular no ha superado el miedo al naufragio. Ni siquiera se atreve a retar el anchuroso caudal en paseos de olla. En lo alto explotó la pólvora lanzada desde la orilla. Una parvada de aves zancudas buscó refugio lejos de allí.

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