Lunes, 29 Mayo 2023 02:26

LA VIDA ALEGRE Y SUS PECADOS

Escrito por OLMEDO POLANCO, profesor Universidad Surcolombiana
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A propósito del mes de mayo y las oraciones a la Virgen María, un acercamiento a “las magdalenas” que retaron con sus pecados el orden social impuesto. También, homenaje visual a las mujeres trabajadoras y anónimas.

Marco Tulio Manzano Pino no podía dormir. No precisamente por culpa del frío de fin de año. Era casi la medianoche del cinco de diciembre de 1963. Manzano estaba en un estado transitorio entre dormido y despierto, una especie de duermevela. Le atormentaban los gritos alegres de tres mujeres en la calle real de San Agustín.

Esa noche, Marco Tulio había despachado hacia Neiva el último bus de la empresa Transfederal que terminaría recorrido sobre la media noche. Dejó todo en orden. “Cuadró las cuentas” y apiló las tiqueteras según el destino de los pasajes. Cruzó sin afán la calle tercera, entre las carreras 11 y 12. Antes de abrir el portón de la vivienda que compartía con Soledad Tello, saludó al boticario Gregorio Jaramillo. Miró de reojo hacia la cantina de Manuel Santacruz y pronosticó que la aguja del tocadiscos recorrería los microsurcos de las rancheras hasta bien entrada la noche.

El frío anunciaba la proximidad del solsticio de invierno que empezaría el 21 de diciembre. En tres días la iglesia local celebraría la Inmaculada Concepción de María.

De la cantina de Santacruz habían salido hacia el andén las tres mujeres tambaleantes que no dejaban dormir a Manzano. Una menor de edad, de apenas 15 añitos. Había cursado el segundo año de primaria. De San Agustín e indocumentada. La segunda tenía 24 años de edad, nacida en La Cruz (Nariño), había cursado tercero de primaria y estaba casada. La última del trío tenía 19 años, de San Agustín, con quinto de primaria y soltera.

El control policivo y el discurso católico

A las 10:30 de la noche, Manzano volvió a cruzar la calle para terminar en la estación de Policía. Iba solo, mal dormido y abrigado por una ruana de lana. Había nacido el 14 de abril de 1912, en La Vega (Cauca). Era liberal y los conservadores de San Agustín lo “sacaron corriendo” hacia Popayán en 1948. Denunció ante la autoridad competente, vecina de la cantina, el alboroto protagonizado por las mujeres borrachas que gritaban y bailaban en la calle. Conocieron el caso reportado, el Cabo segundo, Domingo A. Castillo B., comandante de la Policía y los agentes: Peña Burgos Vicente, Mora Fernández José del Carmen y Padilla González Carlos. A las 11 de la noche, los policías terminaron con la guachafita. “Las Magdalenas” conducidas hacia la cárcel municipal. (Archivo Municipal de San Agustín. Ministerio de Guerra. Policía Nacional. Departamento de Policía Huila. Tercer Distrito. Subestación San Agustín. Informe policivo No. 263. Diciembre 6 de 1963).

A propósito de la Magdalena, en 1941 el sacerdote Jenaro Díaz Jordán se había dirigido a las señoras de la caridad en Neiva, reunidas en la sede del Colegio de La Presentación. El religioso les dijo que “…pecadoras empedernidas, como Magdalena, escriben la página más bella del amor penitente, definitivo y avasallador”. Díaz Jordán amplió su tesis religiosa sobre Magdalena en los siguientes términos: “De modo que si queréis medir cuánto avanza el cristianismo en una sociedad, contad los pasos que da la mujer al lugar de los gemidos. Si el pobre llora y la mujer enjuga sus lágrimas, estamos en pleno cristianismo; si el pobre llora y la mujer cubierta de seda y piedras preciosas se divierte, no estamos en la Roma de Pedro, estamos en la Babilonia de Baltasar o en la Roma de Nerón” (Discursos y conferencias. Biblioteca de autores huilenses. Volumen V. Primera edición. Neiva, 1958. La caridad nos urge. Asamblea de señoras de la caridad, Colegio de La Presentación. Págs. 61 y 63. Neiva, 1943).

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Marco Tulio Manzano Pino. Nació el 14 de abril de 1912 en La Vega (Cauca).

Estado cantinero

Según el investigador Friz Ronnefeledt, “…en Colombia las rentas sobre el consumo son el principal recurso financiero de los departamentos”. A manera de paradoja, aseguró que: “En apariencia, el pago del sueldo de los maestros depende del consumo de los licores, y, al mismo tiempo, se espera que la labor educativa de los maestros se dirija contra los estragos del alcoholismo”. (Revista Javeriana. Tomo XLI. No. 205. Bogotá, junio de 1954). De acuerdo con el Anuario General de Estadísticas 1951-1952, el Huila había percibido en 1952 más de cinco millones 700 mil pesos, por concepto de impuestos al consumo de aguardiente, cerveza, ron y tabaco. El consumo por cada habitante del Huila en 1952 era de 2.28 litros de aguardiente y ron, y 23.03 litros de cerveza. Ronnefeledt aseguraba que: “El consumo inmoderado de bebidas alcohólicas se considera generalmente, y con toda razón, como un vicio”. Además, estaba convencido de que el problema del alcoholismo era más social que higiénico.

Las mujeres de la capital

En 1953, el padre Jenaro Díaz Jordán, a instancias de la graduación de bachilleres del Liceo Femenino de Santa Librada en Neiva, aseguró que: “La mujer abandonó el sitio en donde la habían recluido las condiciones tradicionales e intenta asumir la libertad absoluta y omnímoda del hombre”. El religioso elogió la condición social de la mujer: “En todas partes la encontramos: en las cátedras, en las oficinas, en los negocios, en la política, alternando con el varón desenfadadamente”. En el Teatro Bolívar de la capital del Huila, aprovechó el evento académico para exponer que: “Este movimiento de igualdad y de liberación es un hecho cumplido y ninguna fuerza humana podrá detenerlo y hacer que este río pujante torne a esconderse en su primitivo manantial”. (Discursos y conferencias. La mujer moderna. Neiva, noviembre 19 de 1953. Pág. 109). Ese día recibieron el título de bachiller algunas jóvenes de la capital del Huila. “…están aquí presentes, coronadas con la hoja sagrada, las primeras bachilleres de la ciudad de Don Diego de Ospina y Medinilla, las señoritas Carmela Cárdenas, Cecilia Cárdenas, Paulina León, Cecilia Paredes, Esther Pérez, Lilia Rojas y Ligia Tobar”. Las graduandas celebraron con una copa de champagne.

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Mayo está dedicado a las madres. Una campesina en la vereda El Purutal (San Agustín), lleva alimento a los curíes.

La que peca… paga

En 1957 había en San Agustín seis cantinas. Animaban a los borrachos con músicas impresas en discos de pasta. No pagaban a Sayco los correspondientes derechos de autor, creados en la Ley 86 de 1945. (Archivo Histórico de San Agustín. Oficio de la Sociedad de Autores y Compositores de Colombia. Delegación para el Huila y Caquetá. Octubre 21 de 1957). En 1972, las cantinas aumentaron a 23. Sólo tres de primera categoría pagaban $60 de impuesto mensual. Las cantinas de tercera categoría estaban obligadas a pagar $30 de impuesto cada mes. Cinco de esas cantinas evadían su obligación con la Tesorería municipal. (Archivo Histórico de San Agustín. Informe de Tesorería. Mayo 20 de 1972).

Desde el 12 de febrero de 1961, mediante Acuerdo Municipal, la Alcaldía de Pitalito había acudido a medidas policivas con el fin de controlar los escándalos en los lugares de diversión donde se expendía bebidas embriagantes. (Archivo Histórico Municipal. Alcaldía de Pitalito, Decreto 016 del 9 de octubre de 1961). El 9 de octubre de 1961, el alcalde Héctor Polanía Sánchez y el secretario del despacho, Luis E. Gerardino V. hicieron cumplir las leyes. El decreto en mención exigía que los dueños de los establecimientos certificaran las condiciones higiénicas de los locales y la salubridad de las mujeres que allí trabajaban. Además de las anteriores y otras exigencias, la norma municipal anunciaba multas entre 5 y 50 pesos para los infractores. Además, las autoridades municipales se apoyaban legalmente en la  ordenanza No. 7 del 28 de octubre de 1958.

El “guayabo” y las multas

Las mujeres alborotadas de San Agustín no se habían repuesto de la resaca. Acompañadas por agentes de la Policía caminaron cabizbajas y sin chistar, desde la cárcel hasta la Alcaldía. Mediante Resolución No. 15 del 6 de diciembre de 1963, el alcalde Orlando Artunduaga, debidamente facultado, consideró que las mujeres en desorden público habían desobedecido el Decreto 024 del 30 octubre. Les recordó que no podían libar en establecimiento de cantina, fuera de la zona que se había señalado en la norma. Además, el mandatario local consideró que las mujeres habían obrado en contra del Código de Policía. El alcalde Artunduaga resolvió sancionar a las protagonistas del relajo y a Santacruz, por permitir el escándalo. Ellas y el cantinero deberían responder por multas individuales de $20 a favor del tesoro municipal. Fueron notificadas. Por ruego de una de ellas firmó un señor de apellido Ordóñez. En caso de reincidencia, la sanción aumentaría a $50. Al menos en los recibos 27068 y 270196 consta que pagaron las multas. Una de las mujeres pudo cancelar la sanción monetaria el 17 de diciembre. (Archivo Histórico de San Agustín. Resolución No. 15. Diciembre 6 de 1963).

En pocos días empezarían las rondas navideñas que empatarían con el carnaval de negros y blancos. Bernabé Paladinez celebraría en las calles con guarapo fermentado de caña de azúcar, contenido en calabazos. Entretanto, Marco Tulio Manzano seguía despachando los buses de Transfederal desde una calle sin pavimentar y ambientada por las músicas básicas que sonaban en la cantina de Manuel Santacruz.

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