El arte como resistencia
Escribe LIBARDO GOMEZ SANCHEZ
Las movilizaciones del fin de año tuvieron un ingrediente especial que las hizo innovadoras: la notoria participación de numerosos artistas de diferentes disciplinas y categoría, a tal grado les brindaron brillo, colorido y sonoridad a las marchas, que por momentos pudo pensarse que se trataba de un carnaval y no la protesta que en realidad encarnaban. No faltaron los inconscientes, con capuchas, equivocados o infiltrados facilitando el pretexto para la arremetida criminal del ESMAD contra los pacíficos manifestantes.
Algunos artistas de reconocimiento nacional e internacional se pronunciaron apoyando el sentimiento de la protesta; incluso programaron conciertos y actividades lúdicas para mantener vivo el ánimo de resistencia de los marchantes; otros guardaron absoluto silencio y por supuesto, no faltó quien criticara, como ocurrió con Marbelle que twiteo: “el arte no es resistencia”
¿Qué es el arte? Es una pregunta que merece una respuesta en este debate que suscita su presencia en la protesta. El arte es calidad; perdura, no desaparece con el paso del tiempo; es tal, si de algún modo toca nuestras más íntimas fibras y nos pone a pensar; si cuestiona el statu quo; si nos ofrece rudimentos para la construcción del arte futuro; es lo contrario al panfleto, a una mala caricatura. La historia universal está repleta de ejemplos.
Bach fue maestro del concierto para teclado y así inspiro compositores y músicos como Mozart y Beethoven; su obra constituyo la cumbre del barroco destacando por la técnica y la belleza, en la que sintetizo diversos estilos nacionales de su época y del pasado, empleando el contrapunto, una mezcla de melodías que intervienen al mismo tiempo; fue un enlace entre el pasado y el futuro; pero el Barroco resistía las estrictas normas clásicas del Renacimiento y se desarrollo en momentos de fuertes controversias entre católicos y protestantes y cuando una incipiente burguesía pretendía soltar las amarras del feudalismo.
Mas cerca la música de Villamil perdura, porque sus versos hicieron conscientes la riqueza de nuestros paisajes, retratan la colombianidad: los guaduales que lloran, la tierra bonita al sur del cerro del Pacandé, las espumas viajeras; rehúsa el olvido de nuestra ruralidad.
El arte contribuye a desafiar aquello que representa injusticia, se rebela a los intentos por detener el progreso, demuele las trabas a la creatividad de la especie; hoy se opone al modelo neoliberal de la pobreza, al cambio climático y la segregación. Por esto las Marbelle una vez sean ceniza, se perderán en el olvido como brizna que se lleva el viento.